Ed Sulliband


viernes, 17 de julio de 2009

El árbol de las almas. III

El árbol de las almas.

Parte III

Nadie en el pueblo osó cuestionar las palabras de August. Aunque no hubiesen sido necesarios, los detalles que narró bastaron para dejar perplejos a todos, y no eran necesarios porque el sufrimiento que él afrontaba después de haber perdido un hijo y haber visto como dos personas mayores eran exterminadas por aquel árbol era más que suficiente. Por otro lado, la niña no volvió a hablar, el terror que sintió aquel día la enmudeció para siempre. August se hizo cargo de ella, y la cuidó como si se tratase de su propia hija.

Desde aquel día se prohibió la entrada al bosque a cualquier persona. A su alrededor crecían las historias terroríficas del árbol, de su desconocido origen y de sus escorpiones que lo protegían frente al peligro. Por muchos meses se pudo mantener a la gente aislada con las advertencias, pero de a poco el malestar de la gente fue en aumento, el orgullo del humano era estúpidamente enorme. Unos hombres del pueblo con pocas neuronas creyeron que encendiendo antorchas e internándose en el bosque se convertirían en héroes por incinerar el árbol. Ninguno escuchó las advertencias de August ni prestó atención al llanto de la solitaria Ériga. Se internaron cuando el sol caía y las antorchas ardían.

Llegaron al claro del bosque cuando la oscuridad era total y la única luz era la de las antorchas. Eran unos diez hombres, sólo armados con sus antorchas y algunas espadas viejas y oxidadas. El árbol se alzaba con todo su esplendor, como un rey en su trono, con su paisaje de colores en la noche, con sus fuertes ramas, con las gigantes flores amarillas a sus pies, con las almas absorbidas en su interior. Los testarudos hombres se separaron y lo rodearon, y a la orden de quien era el líder de la expedición comenzaron a avanzar hacia el árbol. Sin embargo no lograron dar más de tres pasos cuando un crujido se escuchó desde su copa y uno tras otro fueron apareciendo aquellos enormes escorpiones de los que August los había advertido. Los hombres, antes valerosos y pedantes, ahora temblaban como una fina hoja contra un viento feroz. Los artrópodos no esperaron ni preguntaron, parecían conocer la intención de aquel grupo y se lanzaron sobre ellos. Los desdichados apenas pudieron defenderse, ya que por cada pequeño monstruo que eliminaban, aparecían tres más desde las ramas. Ninguno de los hombres sobrevivió, el árbol los absorbió a todos y unas cuantas flores nacieron en su copa a cambio de ellos.


Continuará...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

que intriga!!!!es genial.¿que tendrá ese árbol? y esos escorpiones?

PD: yo estaba de seguidora tuya pero no sé el por qué he desaparecido de tu sitio y de otros blog, me volveré a poner a ver si ya no desparezco.
saludos

Anónimo dijo...

a veces el peligro está en la luz

Anónimo dijo...

en mi blog http://vangelisa-almasperdidas.blogspot.com/ hay un meme ( o es un premio ni lo se) para ti, es divertido, pero bueno tu has lo que quieras.
un saludo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

uuuuuuuuuuuuyyyyyyyy...sigue siendo terrorífico el relato!!...espero que termine bien!

Un abrazo!

Principe Desvelado dijo...

que haces maty!!! me encanto tu blog!!

saludos!!


miñon ;)