Ed Sulliband


martes, 3 de febrero de 2009

¿Realmente sabés quien sos?

Aquel vestíbulo

Primera parte.

Aquella vieja casona era como se describían las casas embrujadas en los libros y novelas de terror. Desde los cuadros antiguos de figuras escalofriantes, de ancianos decrépitos, de escenas grotescas; hasta la decoración barroca con una infame mezcla gótica. La pintura nacarada de las paredes se rendía en algunas zonas donde la humedad debería haberla atacado sin piedad durante décadas. Las telas de araña eran tan comunes como el aire viciado en las habitaciones. Las velas que colgaban de los candelabros no llegaban a iluminar todos los rincones, y peor aún, creaban sombras que se confundían con terribles espectros.

El suelo de madera crujía con cada paso, como rogando piedad a quienes lo pisoteaban. Afuera llovía, y el feroz viento azotaba las ventanas haciéndolas chillar de dolor. Las ramas de un árbol golpeaban unas tejas del techo, produciendo un ruido muy inquietante. Toda la casa parecía estar viva, quejándose de los maltratos del resto de las cosas.

Todo le resultaba extrañamente familiar: el aroma a azufre, los ruidos fantasmales, la textura de las paredes, la comodidad de los mullidos almohadones. Sentía mucho miedo, no podía recordar el momento en que ingresó a la casa, sólo sabía que estaba allí. Decidió investigar un poco aquella vasta habitación.

Los muebles estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo, prueba clara de que nunca nadie los limpiaba. Había adornos viejos, muñecas de porcelana y decenas de relojes antiguos. Una biblioteca repleta de cientos de libros gastados por el tiempo, con títulos tan extraños como desconocidos e ilegibles. De todos los tamaños, en todos los idiomas. Pero lo más inquietante y perturbador eran los cuadros... aquellos misteriosos cuadros.

Eran una pequeña rendija de luz a los pasados dueños de aquella casona, o al menos eso supuso él. Debajo de cada retrato se tallaba su nombre en la madera del marco. Había personajes que según sus ropas y los colores de la pintura, se remontaban a varios siglos atrás. Todos tenían una inexplicable expresión de terror en el rostro. Los ojos de las pinturas parecían observarlo y juzgarlo, parecían estar enojados con él, por ser libre y no estar encerrado en un marco de madera. Aquellas miradas al oleo con huellas de pinceladas pasadas le devoraban la paz, lo inquietaban de sobremanera, se alimentaban de su esperanza y de su tranquilidad, vorazmente calaban sus huesos y revolvían sus entrañas para debilitarlo, lo trataban de enceguecer y de asfixiarlo. Pero él no se amedrentaría.

Caminó a lo largo de toda la pared en donde colgaban los cuadros, los recorrió con una mirada altanera a uno por uno, como desafiándolos, tratando de disimular el miedo que sentía en aquel lugar, tratando de ignorar ese frío glacial que le castigaba la médula. En ese momento pensó que el resto de la habitación sobraba, los cuadros solos ya bastaban para generar la terrible sensación de desasosiego; las sombras marchitas en los rincones, los muebles antiguos, las muñecas de porcelana y el resto sólo parecían ínfimos guijarros de la imponente montaña de terror.

A simple vista, contó una veintena de cuadros, y todos le causaron la misma sensación de desesperación, pero hubo uno que le generó algo más. Era el de una mujer esbelta, hermosa y de piel morena. El marco rezaba su nombre: Alexanbrella. Se quedó atrapado por la belleza de su figura, obnubilado con sus rojos labios, maravillado con las perfectas curvas que permitía ver el cuadro. La amo desde ese momento. Después de muchos años finalmente volvió a amar. Su cuerpo fue invadido por esa indeseable, pero al mismo tiempo hermosa, sensación de amar a quien nos es imposible poseer.

Sin embargo, su mirada se movió al siguiente cuadro y su estupor se rompió como lo hace una copa al estrellarse con un suelo de roca. Su perturbación fue mayúscula cuando vio a la persona del último cuadro. Se frotó los ojos como si recién despertase de una larga y pesada noche de sueño: el del cuadro era él.

Con la misma ropa que vestía en ese mismo momento, con el mismo gesto de sorpresa. Como un reflejo suyo en un marco pintado con pasteles, pero sin serlo; como un espejo en donde su figura estaba paralizada, pero sin serlo. Cerró y abrió los ojos repetidas veces, con la inútil esperanza de que esa imagen desaparezca, pero no. Él se miró en la pintura antigua, como quien despierta de una pesadilla, pero sin serlo.

Se alejó unos pasos, pero sin quitar los ojos de encima del cuadro, creyendo que al mirar desde unos metros más atrás, la escena tendría una explicación lógica. Todos los sonidos se hicieron más perceptibles; la oscuridad fue más profunda y sus fauces pretendían devorarlo todo; la habitación, más tétrica que minutos atrás, parecía envolverlo con sus muros nacarados; los demás cuadros parecieron mirarlo con aún más severidad y envidia. Tembló a causa del terror.

Continuará...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno ser la primera en dejar un comentario en esta historia. Más allá de felicitarte como siempre, porque tenes un don increible; debo decir, casi al borde de la súplica que: espero con demasiada ansiedad la segunda parte; porque soy muy curiosa y una seguidora de tus notas. / A esperar entonces, mientras la intriga carcome mi mente por unos días....

Grecia dijo...

Al igual que Mujer con Ojos de Ayer, estoy esperando con ansias otro trozo de esta historia, que una vez más, me encanta!

Hace rato no te visitaba, pero cada vez que entro aquí me dan ganas de no salir... te felicito!

vuelvo pronto por la segunda parte, un abrazo!

ade dijo...

- Muy bueno, tiene vertigo, me gusta. Sabes yo hace unos meses me mude de una casa construida en l869, época de la Masoneria en Adrogué, era una casa calida, pero estoy segura que la habitaba algun que otro fantasma. Te sigo leyendo. Ade

Cardenal Farenas dijo...

Hola Matías, me encantó tu historia, gracias por tu invitación, ya vi que voy a estar siguiéndote frecuentemente, si me lo permites.

Atrapante relato el que has puesto y me deja con deseos de leer la siguiente parte. Muy bueno.

Los cuentos compartidos son un evento que hacemos cada tres meses en el que todos los que se inscriban puedan participar. es un proyecto sencillo en el que invitamos a escribir un cuento o un poema con un número exacto de palabras, el pasado fue de 70, partiendo de una guía igual para todos.

la idea es unir lazos de amistad entre los que tengamos un blog a través de las letras. Por ello publicamos todos el mismo día el cuento y todos hacemos el recorrido leer los cuentos de los otros participantes. Así, no sólo intercambiamos historias muy originales sino que fortalecemos los lazos de amistad.

El próximo evento será en mayo y desde ya estás invitado a participar.

Bendiciones contadas

Valeria Elías dijo...

muy lindo! que bueno poder compartir.. besos